La emisión del primer bono verde de la República Dominicana fue recibida por un clamor de los inversores, con una demanda al parecer más de 15 veces superior a la oferta para el primer tramo de 20 millones de dólares de un bono de 100 millones de dólares que financiará la expansión de la producción de energías renovables (todas las cifras en USD).
El bono verde se emitió para recaudar fondos para la empresa energética dominicana EGE Haina en apoyo de la ampliación de su parque eólico Larimar I, situado en la provincia de Barahona, al suroeste del país. El bono verde de la República Dominicana está siendo gestionado por la institución financiera Grupo Popular, matriz del importante banco Banco Popular.
Según una nota de prensa del Grupo Popular publicada en la prensa local, el primer tramo de 20 millones de dólares salió al mercado el 29 de diciembre ofreciendo un tipo de interés fijo del 5,15% distribuido en dos millones de valores fiduciarios preferentes. Según se informa, el principal activo que sustenta el bono verde de la República Dominicana está constituido por los derechos económicos del parque eólico.
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El parque eólico Larimar I se inauguró en 2016 y actualmente cuenta con 15 aerogeneradores que producen 200.000 megavatios hora (MWh) de energía renovable al año, lo que reduce la demanda anual de petróleo del país en 335.000 barriles.
Larimar I se desarrolló inicialmente con una inversión de 118 millones de dólares, y este primer bono verde de la República Dominicana está destinado a aumentar la capacidad total instalada del parque eólico en casi un 68%, de 176,5 MW a 296,5 MW.
Se emite el primer bono verde de la República Dominicana a medida que aumenta la concienciación sobre la sostenibilidad
La emisión y la fuerte demanda del primer bono verde de la República Dominicana son indicativas del creciente interés por la sostenibilidad y la inversión verde en toda América Latina.
Los bonos verdes son fondos recaudados con la intención expresa de proporcionar financiación o refinanciación a proyectos que tienen un impacto medioambiental o que desarrollarán un activo socialmente responsable. Esto puede abarcar desde proyectos que promuevan las energías renovables y el transporte eléctrico hasta la restauración de ecosistemas, pasando por el desarrollo de tecnologías de captura de carbono.
El primer bono verde de la República Dominicana llegó apenas unos meses después de la emisión del primer bono azul de América Latina, un mecanismo financiero similar a un bono verde, pero que se destina específicamente a las costas, las fuentes de agua dulce y las vías fluviales.
En medio de la creciente concienciación en la región sobre los efectos negativos del cambio climático, los gobiernos de la región están poniendo cada vez más énfasis en el desarrollo de economías centradas en la sostenibilidad — siendo el “protocolo verde” de Costa Rica, que promueve la financiación de la innovación respetuosa con el medio ambiente, un ejemplo destacado.
Mientras tanto, la conciencia de sostenibilidad también se puede ver en los hábitos de consumo de la región, con Costa Rica informando recientemente de un aumento de la demanda de viviendas ecológicas, mientras que el mercado de coches eléctricos sigue creciendo a un ritmo constante en muchas economías clave.
Aunque Costa Rica ha sido tradicionalmente conocida como uno de los principales destinos ecoturísticos, otros países con importantes industrias turísticas han empezado a atender al creciente número de turistas que buscan unas vacaciones centradas en la sostenibilidad y el medio ambiente, y la República Dominicana se ha convertido en un destino cada vez más popular para este tipo de actividades.
La creciente concienciación sobre la importancia de la sostenibilidad también ha llegado en un momento en el que la escena tecnológica y de startups en la región está creciendo exponencialmente, con muchas empresas centradas en desarrollar productos y servicios que proporcionen un bien social, incluyendo una amplia gama de startups de envases sostenibles y alternativas cárnicas inspiradas en la necesidad de reducir los residuos y las emisiones.
La República Dominicana, una sólida perspectiva para la inversión
La República Dominicana ha sido un destino cada vez más popular para la inversión extranjera directa (IED) en las últimas tres décadas, después de que el gobierno comenzara a abrir la economía a mediados de la década de 1990. Como resultado, la IED se multiplicó por más de diez entre 1994 y 2019.
Aunque la economía dominicana se vio gravemente afectada por la pandemia de COVID-19 en 2020, se recuperó en 2021, y el Banco Mundial la destacó como uno de los mercados de mayor crecimiento de la región.
Antes de la pandemia, la República Dominicana había experimentado un crecimiento económico exponencial en los 25 años transcurridos hasta 2019, y la IED como porcentaje del producto interior bruto (PIB) se había más que duplicado en ese periodo, ya que el país atraía cada vez más inversión extranjera.
Siendo la octava economía más grande entre las naciones latinoamericanas, la República Dominicana tiene fácilmente la mayor economía de cualquier país independiente del Caribe, aunque el territorio estadounidense de Puerto Rico registra un mayor nivel de PIB.
Entre los numerosos atractivos para los inversores, la República Dominicana cuenta con una extensa red de zonas francas (ZF), que ofrecen atractivos incentivos fiscales y acogen actualmente a cerca de 700 empresas en todo el país.
Muchas empresas con sede en zonas francas industriales se dedican a la fabricación, con productos de exportación clave como ropa, equipos médicos y maquinaria eléctrica. Un número cada vez mayor de empresas dedicadas a las crecientes industrias de la innovación y de los centros de llamadas también se están basando en estas zonas.
La República Dominicana también produce una amplia gama de bienes agrícolas para la exportación, incluyendo tabaco, frutas y frutos secos, mientras que el oro es el producto de exportación número uno por valor – que se disparó un 80% a principios de este año.
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